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EDIFICIO

Este Real Colegio, de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, de la Orden de San Agustín, comenzó su construcción en 1759, tras las licencias de Fr. Nicolás A. Schiaffinati, Prior General de la Orden, de 1735, la del Papa Clemente XII de 1736 y la Real Cédula del Rey Felipe V de 1743.
El Real Colegio de los PP. Agustinos Filipinos de Valladolid goza de título regio, honor, pero no subvención. Por eso, desde la elaboración de los planos en 1759 por el arquitecto Ventura Rodríguez, director de la Academia de Bellas Artes, hasta su conclusión en 1930, la fábrica del edificio fue costeada por los Agustinos.
La colocación de la primera piedra fue el 12 de noviembre de 1759, víspera de Todos los Santos de la Orden Agustiniana, y el primer piso se concluyó en 1798. La escasez de recursos aplazó la obra hasta 1853, año en que se comenzó a levantar la segunda planta, que entre vaivenes políticos e internos se alargó diez años. La bandera blanca sobre el tejado del tercero se colocó en 1888. La iglesia fue bendecida el 4 de mayo de 1930 por el Provincial Fr. Gaudencio Castrillo y consagrada el 12 de junio del mismo año por Mons. Remigio Gandásegui, Arzobispo de Valladolid.
Por su carácter misionero sobrevivió a los decretos de desamortización de 1830 y 1835. Este Real Colegio Seminario permaneció entonces como la única presencia de la Orden de San Agustín en España.
El estilo de vida en el Real Colegio Seminario hasta el Concilio Vaticano II fue más claustral que pastoral, pero desde sus inicios “los Filipinos” han constituido un referente en la ciudad de Valladolid como foro de cultura y servicio apostólico, destacando sobre todo por su carisma misionero.j

PROVINCIA AGUSTINIANA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS DE FILIPINAS

La Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas tiene su origen en 1565. Dos son los pilares sobre los que ha proyectado su carisma misionero: el hallazgo del Santo Niño de Cebú, su protector y también patrono del Archipiélago, única nación de mayoría católica en Oriente, y el tornaviaje del galeón Manila/Acapulco descubierto por Fr. Andrés de Urdaneta, que engarzó las islas en la corona española.
Desde entonces más de dos mil agustinos han cruzado los mares. Han fundado más de dos centenares de pueblos, en los que han sido desde evangelizadores a arquitectos, desde promotores de microindustrias a regidores, desde maestros a agricultores, desde prelados a sacristanes. Mecenas del arte, plasmado en muchas iglesias alzadas, y de la cultura en mucha literatura en lenguas vernáculas. Destacamos principalmente a Fr. Gaspar de San Agustín y sus Conquistas, primer gran relato de los inicios, y a Fr. Manuel Blanco y su Flora filipina, obra referencial sobre las plantas de las islas y su uso ornamental y medicinal.
Filipinas también ha sido plataforma para otros retos. A China viajó en 1575 Fr. Martín de Rada, el primer misionero del Patronato Regio que pisó suelo sínico, y que abrió una vía misional que, con diferentes etapas, clausuró la revolución maoísta. A Japón llegaron los Agustinos en 1602 y sellaron con su sangre su misión evangélica, que concluyó en 1632.
La independencia del Archipiélago en 1898 sirvió a los Agustinos Filipinos para abrirse a nuevos horizontes iberoamericanos (Iquitos, Brasil, Argentina) y también ayudar a otros Provincias agustinianas a recuperar su autonomía (Perú y Colombia), como a la restauración de la de Castilla y el alumbramiento de la del Escorial y la de España. En el siglo XX su carisma misionero se ha alargado hasta la India, Tanzania, Costa Rica, El Salvador y Honduras. Su laboreo evangélico, lucha por la defensa de los derechos, promoción de la cultura nativa y mecenazgo del arte puede comprobarse en estos bellos claustros, en la copiosa biblioteca y en el fascinante Museo Oriental.

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